jueves, febrero 07, 2008
sábado, junio 16, 2007
Como la verdad es la adecuación de la cosa y el entendimiento...

martes, mayo 08, 2007
Entrevista a El Dioni

"El dinero da la felicidad, incluso la más sutil"
Por Emilia LanzasSe dice que España es país de picaresca. Sus ojos estrábicos parecen mirar a todos los sitios a la vez: nada se le escapa. Es parte de su apostura. "El puto Dioni" –como él se denomina, riéndose de sí mismo-, Dionisio Rodríguez Martín, decidió un buen día dejar de poner límites a su vida de asalariado. Hace ya de esto once años. Dioni continúa pensando que hizo lo que debió hacer, y que por ello ya ha pagado lo suficiente (tres años de cárcel por una apropiación indebida; salió absuelto por la Audiencia Nacional). "Tengo boca para hablar y costillas para aguantar". Se ha ganado la vida con un mesón en el pueblo del Molar y un bar en Barajas, también como cantante –ahora saldrá su nuevo disco: "Todo sobre mi furgón", parafraseando la película de Almodóvar- y, jugándose ya el todo por el todo, ha decidido estrenarse como escritor para relatar su propia hazaña; "Palabra de ladrón", es el título del libro. Jovial y buen conversador, salvo contar dónde se encuentran los trescientos millones –descontados múltiples gastos- está dispuesto a hablar sin fin, a arremeter contra todo y contra todos.
GXXI.- ¿Quién eras antes de cometer el robo?
D.- Yo era una persona normal. De niño estudié en el Colegio del Pilar, comencé a trabajar a los catorce años y siempre he sido un buen trabajador. Hasta los cuarenta años, cuando me llevé el furgón, fui una persona honesta, creyente en Dios, respetuoso con la sociedad.
GXXI. ¿Por qué un día decidiste robar?Lo que ocurrió fue que en un momento determinado me desplazaron de mi puesto de guardaespaldas, una categoría que conseguí con gran esfuerzo. Yo fui guardaespaldas, entre otros, de Miguel Durán, Director General de la ONCE; de Alfonso Escamez, Presidente del Banco Central; Eugenio Marín, director General de CEPSA... Por esos golfos yo me jugué mi vida y, en vez de agradecérmelo, me degradan laboralmente. El jefe de personal de la Compañía de Seguridad Candi en la que trabajaba decide -"porque le sale de los cojones", según palabras textuales- ponerme de conductor. Al pensar que yo me había inmolado por todos esos personajes para que después me dejaran tirado, me entró el cabreo, el trauma, la enajenación mental. Como guardaespaldas vivía bien, tenía lo suficiente como para llevar una vida digna; pero todo cambió con el sueldo de conductor. Esa fue la razón; así que pasé de ser una persona honesta a decidir robar el furgón del banco.
Fue sencillo, una mañana me levanté y lo decidí. Llamé a unos amigos para contárselo, pero no se lo creyeron. Pero me presenté ante ellos con el furgón cargado con trescientos millos."Jóder, dijeron, ha sido capaz".
GXXI.- ¿Por qué el mito Dioni?
Hay varias razones por las que yo me hice popular. La primera fue que, en aquellos meses de Julio y Agosto, los medios de comunicación no tenían de qué hablar, así que decidieron hacerlo de mí. La segunda, porque me he llevado dinero de los más grandes ladrones de este país, que son los banqueros; todos son unos golfos; todos sin excepción; unos declarados como Mario Conde, otros ocultos. Los dueños de los bancos están robando el dinero a la gente trabajadora.
Ellos son tan ladrones como yo, pero yo he pagado. He estado en cárceles de máxima seguridad como en Herrera y Alcalá-Meco; he compartido celda con terroristas, asesinos y violadores. He pagado con creces.
GXXI.- ¿Tú crees que dentro de toda persona habita un ladrón?Sin duda, sólo se tienen que dar las circunstancias propicias. Hay personas que se la dan de dignas, pero me gustaría verlas con un furgón con trescientos millones. Como dijo el otro: "que me pongan donde haya...".
GXXI.- ¿Qué opina de esta sociedad?D.- Aquí existe un terrorismo empresarial o laboral que ahora se muestra plenamente con el tema de los emigrantes; gente pobre con ganas de trabajar que se encuentra con la explotación de los grandes. Pero nadie hace nada para remediarlo.
Y a mí, en cambio, continúan tratando de implicarme en un montón de actos delictivo, porque estuve con un traficante de drogas me inculparon, ahora me presento un día sí otro no a firmar a los Juzgados de la Plaza Castilla, y no puedo salir de España; en cambio Oubilla está en la calle. Como caigo bien a la gente trabajadora, los poderosos de este país están en contra mí. Tienen miedo de que salgan otros dionis.
GXXI.- ¿El dinero da la felicidad?D.- Sí, sin duda alguna. El dinero da la felicidad, incluso la más sutil. De ser un don nadie que viaja en metro, pasé a tener una avioneta y una limusina, vivir en los mejores hoteles, estar con mujeres de todos los colores. Pero eso se acabó, del paraíso he bajado al infierno.
martes, abril 03, 2007
El librito se titula Doce...

miércoles, febrero 28, 2007
Dichos de Luder

—Quienes me conocen —dice Luder— Saben que cuando me denigro es para que me ensalcen. Pero ignoran que cuando me ensalzo es para que me den inmediatamente la razón.
lunes, enero 15, 2007
Lydia Lunch Dixit:
Es mi parecer que, desde hace más de dos mil años, lunáticos, maniáticos, y mesías de poca monta han estado hurtando, han estado saqueando, han estado expoliando, han estado violando al planeta entero; y a mi modo de ver, la Madre Naturaleza sestá poniendo de bastante mal humor.
***
No hay pornografía quexplote a las mujeres. La pornografía explota a los hombres. Son los hombres los que se terminan viendo estúpidos, idiotas y ridículos, en búsqueda del elíxir dorado. Las mujeres se ven hermosas, hacen lo que quieren hacer, y les pagan por hacerlo.domingo, diciembre 17, 2006
Manifiesto del Cine de la Transgresión
Nos rehusamos a tomar su acercamiento facilista a la creatividad cinemática; un acercamiento que arruinó a la marginalidad de los sesentas cuando el azote de la escuela de cine se apoderó del control. Legitimando cada una de las manifestaciones idiotas de películas chantas emprendidas por una generación de estudiantes de cine engatusados, los insípidos centros mediáticos de arte y los críticos de cine de geriátrico han ignorado por completo los estimulantes logros de aquellos entre nuestras filas —marginales invisibles tales como Zedd, Kern, Turner, Klemann, DeLanda, Eros y Mare, y DirectArt Ltda.—, una nueva generación de cineastas que se atreven a liberarse de la sofocante camisa de fuerza de la teoría del cine en un ataque directo contra todos los sistemas de valores conocidos por el hombre.
Proponemos que todas las escuelas de cine sean voladas en pedazos, y que las películas aburridas no se vuelvan a hacer. Proponemos quel sentido del humor es un elemento esencial descartado por los esquivos académicos y es más, que cualquier película que no resulte chocante no amerita ser vista. Todos los valores deben ser desafiados. Nada es sagrado. Todo debe ser cuestionado y rexaminado para liberar nuestras mentes de la fe de la tradición. El crecimiento intelectual exige que se corran riesgos y que ocurran cambios en la alineación política, sexual y estética, sin importar quién lo reproche. Proponemos ir más allá de todos los límites establecidos o prescritos por el gusto, la moralidad, o cualquier otro sistema de valores que constriñe a la mente de los hombres. Pasamos más allá y vamos allende las lindes de los milímetros, las pantallas y los proyectores, hacia un estado de cine expandido.
Violamos el mandamiento y la ley de que debemos aburrir hasta la muerte a la audiencia en rituales de circunlocución y proponemos romper todos los tabús de nuestra era pecando en la medida de lo posible. Habrá sangre, verguenza, dolor y éxtasis, del tipo del que nunca nadie aún se lo ha imaginado. Nadie ha de salir ileso. Dado que no existe la vida después de la muerte, el único infierno es el infierno de las plegarias, la obediencia a las reglas, y degradarse a uno mismo ante figuras autoritarias, el único cielo es el cielo del pecado, siendo rebelde, divirtiéndonos, follando, aprendiendo nuevas cosas y rompiendo tantas reglas como podamos. Este acto de valentía es conocido como transgresión. Proponemos la transformación mediante la transgresión —convertir, transfigurar, y transmutar a un plano superior dexistencia para acercarnos así a la libertad en un mundo lleno de esclavos ignorantes.
domingo, julio 30, 2006
Sennin

Un hombre que quería emplearse como sirviente llegó una vez a la ciudad de Osaka. No sé su verdadero nombre, lo conocían por el nombre de sirviente, Gonsuké, pues él era, después de todo, un sirviente para cualquier trabajo.
Este hombre -que nosotros llamaremos Gonsuké- fue a una agencia de COLOCACIONES PARA CUALQUIER TRABAJO, y dijo al empleado que estaba
- Por favor, señor Empleado, yo desearía ser un sennin. ¿Tendría usted la gentileza de buscar una familia que me enseñara el secreto de serlo, mientras trabajo como sirviente?
El empleado, atónito, quedó sin habla durante un rato, por el ambicioso pedido de su cliente.
- ¿No me oyó usted, señor Empleado? dijo Gonsuké-. Yo deseo ser un sennin.
¿Quisiera usted buscar una familia que me tome de sirviente y me revele el secreto?
- Lamentamos desilusionarlo -musitó el empleado, volviendo a fumar su olvidada pipa-, pero ni una sola vez en nuestra larga carrera comercial hemos tenido que buscar un empleo para aspirantes al grado de sennin. Si usted fuera a otra agencia, quizá...
Gonsuké se le acercó más, rozándolo con sus presuntuosas rodillas, de pantalón azul, y empezó a argüir de esta manera:
- Ya, ya, señor, eso no es muy correcto. ¿Acaso no dice el cartel COLOCACIONES PARA CUALQUIER TRABAJO? Puesto que promete cualquier trabajo, usted debe conseguir cualquier trabajo que le pidamos. Usted está mintiendo intencionadamente, si no lo cumple.
Frente a su argumento tan razonable, el empleado no censuró el explosivo enojo:
- Puedo asegurarle, señor Forastero, que no hay ningún engaño. Todo es correcto -se apresuró a alegar el empleado-; pero si usted insiste en su extraño pedido, le rogaré que se dé otra vuelta por aquí mañana. Trataremos de conseguir lo que nos pide. Para desentenderse, el empleado hizo esa promesa, y logró, momentáneamente por lo menos, que Gonsuké se fuera. No es necesario decir, sin embargo, que no tenía la posibilidad de conseguir una casa donde pudieran enseñar a un sirviente los secretos para ser un sennin. De modo que al deshacerse del visitante, el empleado acudió a la casa de un médico vecino.
Le contó la historia del extraño cliente y le preguntó ansiosamente:
- Doctor, ¿qué familia cree usted que podría hacer de este muchacho un sennin, con rapidez?
Aparentemente, la pregunta desconcertó al doctor. Quedó pensando un rato, con los brazos cruzados sobre el pecho, contemplando vagamente un gran pino del jardín. Fue la mujer del doctor, una mujer muy astuta, conocida como la Vieja Zorra, quien contestó por él al oír la historia del empleado.
- Nada más simple. Envíelo aquí. En un par de años lo haremos sennin.
- ¿Lo hará usted realmente, señora? ¡Sería maravilloso! No sé cómo agradecerle su amable oferta. Pero le confieso que me di cuenta desde el comienzo que algo relaciona a un doctor con un sennin.
El empleado, que felizmente ignoraba los designios de la mujer, agradeció una y
otra vez, y se alejó con gran júbilo. Nuestro doctor lo siguió con la vista; parecía muy contrariado; luego, volviéndose hacia la mujer, le regañó malhumorado:
- Tonta, ¿te has dado cuenta de la tontería que has hecho y dicho? ¿Qué harías si el tipo empezara a quejarse algún día de que no le hemos enseñado ni una pizca de tu bendita promesa después de tantos años? La mujer, lejos de pedirle perdón, se volvió hacia él y graznó:
- Estúpido. Mejor no te metas. Un atolondrado tan estúpidamente tonto como tú, apenas podría arañar lo suficiente en este mundo de te comeré o me comerás, para mantener alma y cuerpo unidos. Esta frase hizo callar a su marido.
A la mañana siguiente, como había sido acordado, el empleado llevó a su rústico cliente a la casa del doctor. Como había sido criado en el campo, Gonsuké se presentó aquel día ceremoniosamente vestido con haori hakama, quizá en honor de tan importante ocasión. Gonsuké aparentemente no se diferenciaba en manera alguna del campesino corriente: fue una pequeña sorpresa para el doctor, que esperaba ver algo inusitado en la apariencia del aspirante a sennin. El doctor lo miró con curiosidad, como a un animal exótico traído de la lejana India, y luego dijo:
- Me dijeron que usted desea ser un sennin, y yo tengo mucha curiosidad por saber quién le ha metido esa idea en la cabeza.
- Bien, señor, no es mucho lo que puedo decirle -replicó Gonsuké-. Realmente fue muy simple: cuando vine por primera vez a esta ciudad y miré el gran castillo, pensé de esta manera: que hasta nuestro gran gobernante Taiko, que vive allá, debe morir algún día; que usted puede vivir suntuosamente, pero aun así volverá al polvo como el resto de nosotros. En resumidas cuentas, que toda nuestra vida es un sueño pasajero... justamente lo que sentía en ese instante.
- Entonces -prontamente la Vieja Zorra se introdujo en la conversación-, ¿haría usted cualquier cosa con tal de ser un sennin?
- Sí, señora, con tal de serlo.
- Muy bien. Entonces usted vivirá aquí y trabajará para nosotros durante veinte años a partir de hoy y, al término del plazo, será el feliz poseedor del secreto.
- ¿Es verdad, señora? Le quedaré muy agradecido.
- Pero -añadió ella-, durante veinte años usted no recibirá de nosotros ni un centavo de sueldo. ¿De acuerdo?
- Sí, señora. Gracias, señora. Estoy de acuerdo en todo.
De esta manera empezaron a transcurrir los veinte años, que pasó Gonsuké al servicio del doctor. Gonsuké acarreaba agua del pozo, cortaba la leña, preparaba las comidas y hacía todo el fregado y el barrido. Pero esto no era todo; tenía que seguir al doctor en sus visitas, cargando en sus espaldas el gran botiquín. Ni siquiera por todo este trabajo Gonsuké pidió un solo centavo. En verdad, en todo el Japón, no se hubiera encontrado mejor sirviente por menos sueldo. Pasaron por fin los veinte años y Gonsuké, vestido otra vez ceremoniosamente con su almidonado haori como la primera vez que lo vieron, se presentó ante los dueños de casa.
Les expresó su agradecimiento por todas las bondades recibidas durante los pasados veinte años.
- Y ahora, señor -prosiguió Gonsuké-, ¿quisieran ustedes enseñarme hoy, como lo prometieron hace veinte años, cómo se llega a ser sennin y alcanzar juventud eterna e inmortalidad?
- Y ahora, ¿qué hacemos? -suspiró el doctor al oír la petición. Después de haberlo hecho trabajar durante veinte largos años por nada, ¿cómo podría en nombre de la humanidad decir ahora a su sirviente que nada sabia respecto al secreto de los sennin? El doctor se desentendió diciendo que no era él sino su mujer quien sabía los secretos.
- Usted tiene que pedirle a ella que se lo diga -concluyó el doctor y se alejó torpemente.
La mujer, sin embargo, suave e imperturbable, dijo:
- Muy bien, entonces se lo enseñaré yo; pero tenga en cuenta que usted debe hacer lo que yo le diga, por difícil que le parezca. De otra manera, nunca podría ser un sennin; y además, tendría que trabajar para nosotros otros veinte años, sin paga, de lo contrario, créame, el Dios Todopoderoso lo destruirá en el acto.
- Muy bien, señora, haré cualquier cosa por difícil que sea contestó Gonsuké.
Estaba muy contento y esperaba que ella hablara.
- Bueno -dijo ella-, entonces trepe a ese pino del jardín.
Desconociendo por completo los secretos, sus intenciones habían sido simplemente imponerle cualquier tarea imposible de cumplir para asegurarse sus servicios gratis por otros veinte años. Sin embargo, al oír la orden, Gonsuké empezó a trepar al árbol, sin vacilación.
- Más alto -le gritaba ella-, más alto, hasta la cima.
De pie en el borde de la baranda, ella erguía el cuello para ver mejor a su sirviente sobre el árbol; vio su haori flotando en lo alto, entre las ramas más altas de ese pino tan alto.
- Ahora suelte la mano derecha.
Gonsuké se aferró al pino lo más que pudo con la mano izquierda y cautelosamente dejó libre la derecha.
- Suelte también la mano izquierda.
- Ven, ven, mi buena mujer -dijo al fin su marido, atisbando las alturas-. Tú sabes que si el campesino suelta la rama, caerá al suelo. Allá abajo hay una gran piedra y, tan seguro como yo soy doctor, será hombre muerto.
- En este momento no quiero ninguno de tus preciosos consejos. Déjame tranquila. ¡He! ¡Hombre! Suelte la mano izquierda. ¿Me oye?
En cuanto ella habló, Gonsuké levantó la vacilante mano izquierda. Con las dos manos fuera de la rama ¿cómo podría mantenerse sobre el árbol? Después, cuando el doctor y su mujer retomaron aliento, Gonsuké y su haori se divisaron desprendidos de la rama, y luego... y luego... Pero ¿qué es eso? ¡Gonsuké se detuvo! ¡se detuvo! en medio del aire, en vez de caer como un ladrillo, y allá arriba quedó, en plena luz del mediodía, suspendido como una marioneta.
- Les estoy agradecido a los dos, desde lo más profundo de mi corazón. Ustedes me han hecho un sennin -dijo Gonsuké desde lo alto.
Se le vio hacerles una respetuosa reverencia y luego comenzó a subir cada vez más alto, dando suaves pasos en el cielo azul, hasta transformarse en un puntito y desaparecer entre las nubes.
sábado, mayo 20, 2006
Los Nadaístas...

Viva el sputnik ruso arriba el thor able y su ratón
....Disparen contra la paloma del espíritu santo
......Que venga Satanás y alce con nosotros a los profundos infiernos
........El demonio será siempre bienvenido.
..........Cristo, resucíta, ven a pelear con los nadaístas contra los escribas y fariseos.
............Irrespetuosamente a los escribanos católicos
..............Somos geniales
........locos
......y peligrosos
martes, febrero 14, 2006
La monja atea

mientras el Papa aprieta el gatillo
y dice Dios no existe
es una imaginación de la Iglesia
que está muriendo poco a poco
los ateos lloran al pie de una estatua.
Y el mundo dice Dios no existe
es una imaginación del Papa
mientras los ateos
lloran y lloran por su belleza perdida
y Dios ya no existe
está llorando en el Infierno.
domingo, enero 29, 2006
Apetito Insaciable
Entre unos centenales yo vi un día
dos hombres y una moza hermosa entre ellos:
jamás faltaba encima el uno de ellos.
Cuando bajaba el uno, otro subía.
Cada cual su deber muy bien hacía.
Mas pudo tanto más ella que ellos
que, después de cansarlos y vencerlos,
aún le quedaba brío y lozanía.
"¿Cansada?", dijo. "Sí, es cosa posible,
que no hay tal ejercicio que no canse,
por más que sea gustoso y agradable,
pero quedar contenta es imposible,
que el apetito nuestro es insaciable
y no consiente al hombre que descanse."
martes, diciembre 27, 2005
La novela, tan unánimemente celebrada, se llamaba El ocaso y su argumento era muy simple:

—Lo peor de todo —le dice el músico— es que los gobiernos del planeta lo saben y por eso hay tantos criaderos de pollos.
El joven objeta que los pollos son criados para que ellos mismos se los coman. El músico contesta que eso es lo que quieren los pollos. Y termina diciendo:
—Putos pollos masoquistas, tienen a nuestros dirigentes cogidos por los huevos."
domingo, noviembre 27, 2005
Pietro Aretino, poeta toscano...

Aquí yace Pietro Aretino, poeta toscano, que habló mal de todos, excepto de Dios; de lo que se excusaba diciendo, no le conozco.
LA COPULA
(Hombre): - Follemos, vida mía, follemos ya
pues todos nacimos para follar,
y si tú el pene adoras, yo el coño amo, y el mundo
una mierda sin esto sería
Y si post mortem follar se pudiera
diría: así follemos hasta morir,
pues tanto follaron Adán y Eva
que la muerte les pareció harto injusta.
(Mujer): - Y es verdad, que si los muy tunantes
no hubiesen comido aquel fruto engañoso,
bien se hubieran saciado los amantes.
Mas dejémonos de historias, y hasta el corazón
híncame el pene, y ahí reviente
el alma que vive y muere por él.
(Hombre): - Y, si es posible, fuera
del coño no me dejes los testículos,
de todo placer gozado, testigos.